Recuerdo que cuando era niño mi padre volvió a casa con una NES, la cual me enamoró desde el primer minuto, años más tarde yo deseaba con locura una SNES luego de haber jugado en casa de un amigo al mítico Yohy’s Island. Mi padre no sabía eso y me sorprendió con una Sega Genesis, una gran consola con muchos juegos increíbles, pero con un solo problema: no era la SNES. Con el tiempo le fui tomando cariño a la máquina de Sega y a aquel erizo azul con zapatillas. Sin embargo, siempre tuve la espina de no haber podido vivir las aventuras de Yoshy, años más tarde podría vivirlo y pues mis expectativas fueron cumplidas al máximo. Ahora, en una época distinta, Nintendo vuelve a apostar por las aventuras del dinosaurio mascota de nuestro fontanero favorito y vaya forma de hacerlo. Yoshy’s New Island es una versión moderna del clásico de 16 bits, y que además es portátil.

Viejas sensaciones para viejos jugadores

Hay dos cosas que son inevitables al jugar Yohy’s New Island. La primera, es enamorarnos con ese apartado artístico que simplemente es precioso y bonito de ver; la segunda, es tener esa sensación de ‘este juego es como el que jugué cuando era niño, pero mejor’. A eso le apuesta Nintendo, un diseño de arte que enamore, pero sobretodo la revisión de un clásico. Un juego tal y como era el de SNES, pero con muchos añadidos que le dan un toque único y, porque no decirlo, hacer mejor la experiencia.

Como de costumbre en la mayoría de juegos ambientados en el reino Champiñón la historia es la excusa para emprender la aventura. En esta ocasión tendremos que ayudar al Baby Mario a llegar con sus verdaderos padres. En el camino nos cruzaremos con niveles de diferentes tipos y los ya conocidos enemigos de la franquicia, siendo Baby Browser el enemigo principal. Una historia sencilla, demasiado, pero es que quién busque aquí una historia memorable y un guión digno de un Oscar está buscando en el lugar equivocado. La saga de Yoshy nunca ha pretendido ser eso, ni siquiera lo intenta, los puntos fuertes de la misma están cimentados en su jugabilidad y, evidentemente, en el apartado visual.

No se cambia lo que ya funciona

El título, un plataformas en 2D, que mantiene las bases del juego de SNES. Debemos avanzar por los niveles llevando a Baby Mario y si se cae de la espalda de Yohy contaremos con un tiempo límite, acompañado de un latoso llanto del bebé, para salvarlo o la partida termina. El dinosaurio verde, multicolor de hecho, sigue fiel a su costumbre de absorber todo lo que se mueva y expulsarlo en el acto o convertirlo en un huevo que podemos usar como proyectil contra los enemigos o para alcanzar algunos coleccionables situados fuera de nuestro alcance. Además, tenemos un pisotón que podemos usar contra los enemigos, pero que principalmente lo usaremos en interruptores y plataformas. Así, pues, estas mecánicas nos acompañaran a lo largo de seis mundos; divididos en ocho niveles y dos castillos. La escencia jugable de siempre, pero que del mismo modo siempre ha funcionado y ha resultado divertido. Esto es fundamental, controlar a Yoshy es muy divertido, su control sigue siendo tan bueno como siempre y sus habilidades, más allá de gracioso que es verlo revolotear para alcanzar sitios más altos, se acoplan muy bien con el planteamiento de los niveles.

Un dinosario polifácetico

No todo puede ser una lo mismo de siempre, por lo cual hay unas cuantas novedades que se agradecen y que aportan a la experiencia. En primer lugar tenemos a los mega-huevos, el normal y el metálico. El primero de estos es básicamente como uno de los huevos que creamos a partir de enemigos, pero mucho más grande. Tiene la capacidad de destruir todo lo que está a su paso y además rebotar por las paredes. Mientras que el metálico arrasa con todo a su paso, pero no rebota. Por otra parte, nos encontramos con que nuestro dinosaurio tiene la capacidad de convertirse en varios vehículos. Concretamente en un helicóptero, un submarino que lanza torpedos, un globo aerostático, un martillo neumático, un trineo y un carro minero. Al conseguirlas la jugabilidad presenta divertidas variaciones, pero dicho sea de paso las transformaciones solo se podrán lograr en determinadas secciones de algunos niveles.

Las conocidas sandías, especialmente sus semillas, vuelve a aparecer en escena. Las cuales iremos encontrando a lo largo de los niveles y cuentan con tres diferentes tipos: la sandía normal, la sandía de fuego y la sandía de hielo. Al conseguirlas dispondremos de un máximo de cinco disparos que podemos usar para derrotar enemigos, golpear las nubes y alcanzar coleccionables en lugares poco accesibles.

El juego añade un modo multijugador al cual podremos acceder desde un principio, pero la gran mayoría de los mini-juegos no estarán disponibles. Estos se irán desbloqueando a medida que vayamos completando la historia. Eso sí, es para jugar de forma local, no son modos en línea, y tendremos la opción de jugar con un solo cartucho o jugar con dos, lo que ofrecerá una gama más amplia de mini-juegos.

Conclusiones

Yoshy’s New Island no viene a revolucionar el género, no lo pretende. Sólo quiere ser divertido y ofrecer una fórmula clásica, pero funcional, con retoques. Cuenta con un diseño de arte que es muy bonito y su banda sonora es un calco de su entrega en SNES.

Ofrece una jugabilidad sólida y divertida. Cuenta con una duración aceptable y cabe destacar que terminar la historia principal es algo relativamente fácil, sin embago completar el juego al 100% representa un reto significativo.

Una joya más al, ya potente, catálogo de 3DS. Apuesta por darnos las mismas sensaciones que jugando a Yoshy’s Island, cosa que consigue muy bien. Hubiera podido apostar por más cosas y por evolucionar dicha fórmula y seguro lo habría logrado también