Wolfenstein II: The New Colossus se asegura desde el principio que sepas que estás aquí para matar nazis frenéticamente. Con un potente inicio, mostrándote a la villana principal Frau Engel (promovida a General desde el primer juego) ejecutando burlonamente a un amigo cercano frente a ti, y flashbacks del padre abusivo, racista, homofóbico y antisemita de BJ, el juego te muestra lo peor de los nazis (y la ideología de la supremacía blanca que los impulsa). Es un juego violento sobre los oprimidos que se defienden contra algunas de las fuerzas más brutales y opresivas de la humanidad, y no deja nada a la imaginación en ese aspecto. También es un juego en el que te infiltras en una base secreta en Venus al audicionar para actuar en una película sobre tu captura y supuesta ejecución, mientras Hitler ya viejo hace pis en un balde.
Al igual que su predecesor, Wolfenstein II es a la vez un drama bélico impulsado por los personajes y un juego de disparos de ciencia ficción exuberante y exagerado. Persiguiendo ese mismo impulso, la secuela se apoya más en ambos elementos, y ambos son mejores para ella.
The New Colossus es quizás el intento más ambicioso desde BioShock Infinite de incluir un rápido y accesible juego de disparos en primera persona e inyectar narración perspicaz para crear una “narrativa meticulosamente elaborada que recorre perpetuamente la línea entre el exceso creativo sin filtrar y el drama de carácter íntimo”, según palabras del director creativo de MachineGames, Jens Matthies.
The New Colossus retoma directamente donde The New Order terminó, en una versión alternativa de la década de 1960 donde el Tercer Reich ganó la Segunda Guerra Mundial al derrotar a los EE.UU. en una carrera por la bomba atómica. El héroe rebelde B.J. Blazkowicz derrotó al General Deathshead y aseguró el e-boat nazi Evas Hammer para el grupo insurgente Kreisau Circle, que se dispone a incitar a una revolución en los Estados Unidos.
Todos tus aliados sobrevivientes del primer juego regresan, incluidos Anya, Caroline, Bombate, Max Hass y Fergus o Wyatt, dependiendo de tu elección desde el comienzo del primer juego (la elección cambia las escenas de forma sustancial, y te ofrece ya sea tu fiel Laserkraftwerk o un nuevo lanzagranadas Dieselkraftwerk, animando al menos a jugar el juego una vez más). La historia te dirige desde un escape de Europa para reunirte con grupos insurgentes estadounidenses y hacer ataques clave para desactivar el régimen nazi de Norte América hasta un final que no te voy a spoilear.
Mientras que el entorno de los ’60 en los Estados Unidos agrega un poco más de color y estilo a los trajes de tus aliados, estarás luchando principalmente a través de instalaciones militares grises estándar y zonas urbanas bombardeadas.
Tus enemigos van desde soldados rasos hasta musculosos mecha-monstruos, dotados en cantidad con una variedad de armas en su mayoría estándar, ya sea una o doble empuñadura. Hay momentos de invención, pero en su mayor parte la estética del juego se siente enredada en la monótona y moderna obra militar, donde como secuela podría haber dado un poco más de vitalidad.
El inteligente sistema de ventajas escalonadas del primer juego que refuerza orgánicamente tu estilo de juego elegido, está de vuelta (entre más asesinatos silenciosos realices más aumenta tu velocidad de movimiento agachado), fomentando tres estilos de juego distintos. Los tres árboles de ventajas, Stealth, Tactical y Mayhem, se simplifican en comparación de los cuatro que habían en el primer juego y distinguen explícitamente cada estilo.
Los mods de armas también son una adición nueva y útil, lo que te permite invertir kits en tres actualizaciones únicas para cada arma. Aunque estos no tienen el alcance de los mods que veíamos en juegos como DOOM, sus efectos son potentes y se sienten inmediatamente, agregando otra capa de personalización de estilo de juego a una variedad de opciones ya de por sí abundante.
El combate es rápido y divertido, a la vez que ofrece un desafío suficiente como para que tengas que utilizar tus herramientas y tu entorno deliberadamente, incluso en las dificultades más bajas. Varias de las batallas finales son un poco desgastantes, y el encuentro final es particularmente decepcionante (su finalidad es obvia en retrospectiva). Al igual que la pelea final de BioShock Infinite, es una batalla abierta contra olas de grandes enemigos sobre un dirigible con mecánicas bastantante predecibles.
Al igual que BioShock Infinite, Wolfenstein II aspira a elevar su forma para que sea algo más que un simulador de asesinatos glorificado, pero también una experiencia cinematográfica basada en los personajes con algo para decir. Todavía es una hazaña asombrosa que hayan tomado a B.J. Blazkovicz, el protagonista genérico original, y lo hicieran sentir humano. The New Colossus profundiza en su historia personal, y finalmente convierte en canon la intención de los diseñadores originales de que sea judío. También medita mucho sobre su propia mortalidad en monólogos a lo largo del juego, que es un tema poco común para el género.
Wolfenstein II lucha aguda y ferozmente con un obstáculo de larga data para la industria en general: el deseo de ser tomado en serio con su mar de ideas desordenadas. Básicamente no va más allá de decir que el racismo y el fascismo son terribles. A pesar del reciente resurgimiento de la supremacía blanca abierta y desenmascarada en la cultura estadounidense, decir que los nazis son malos no es una declaración particularmente audaz o interesante en 2017.
Con todo esto dicho Wolfenstein II es un juego de disparos narrativo en primera persona, divertido, desafiante, de producción exuberante, que cualquier fanático del género sería negligente al dejarlo pasar.