Plataforma: PC | PS5 | PS4 | Xbox Series
Género: Aventura
Desarrollador: Julian Cordero | Sebastian Valbuena
Editor: Panic
Fecha de lanzamiento: 1 de Mayo de 2025

Precio: Steam USD 6.99 | PS5 USD 13.99 | Xbox $ 7500

Idioma: Textos en Inglés y Español

La historia de Despelote es bastante simple, pero juega con la nostalgia de cualquier pequeño niño que ha tocado una pelota de fútbol en su infancia. Julian, un niño de primaria, sueña con ver a su selección ecuatoriana por primera vez en la historia clasificados a un mundial de fútbol, en Corea-Japón 2002. No solo es Julián, toda una nación espera que se cumpla finalmente este hito. Y Ecuador pasa por las eliminatorias, más cerca que nunca de lograrlo.

En Despelote, un título de no más de 2 horas para completarlo, no se trata de Julián, ni de Ecuador: se trata del fútbol. La jugabilidad no es lo que importa, y ni siquiera los gráficos que pueda tener, sino lo que transmite, lo que nos recuerda. Esas tardes de salir a pelotear con amigos, a una plaza o la puerta de nuestra casa, usar de pelota cualquier objeto que se nos cruce y rebotarlo contra árboles. Momentos de perder una pelota porque se nos fue del otro lado de un alambrado y no poder cruzarlo para buscarla. Encontrar desconocidos en medio de un parque, pero que inevitablemente sea la redonda quien nos conecte.

Cada día que pasamos dentro de Despelote es un partido de estas eliminatorias, y constantemente es Julian quien nos cuenta su historia, y la de su pueblo. Desde que nos despertamos, prendemos una consola y jugamos a un videojuego de fútbol, como si fuera un FIFA 99, y sus padres lo llaman para comer (y el juego no puede pausarse); hasta salir al recreo y jugar unos pases con los amigos del colegio. Perder la noción del tiempo, olvidarse de volver a casa para merendar, hasta perder una pelota arriba de un árbol.

También la familia, muy importante en este relato, es un condimento adicional participe en todo, siempre con la madre buscando que su hijo haga caso y regrese a tiempo, así como que no juegue más videojuegos. Todos recordamos así a nuestros padres, en aquella época donde solo importaba salir a jugar con amigos, que oír sus sabias palabras.

Gran parte de Despelote se desarrolla con esa sensación de libertad desorganizada y nostálgica que todos asociamos con la niñez: hacer las cosas sin darle mucha importancia a otras, simplemente enfocandonos en algo simple, muy simple, como pegarle a una pelota contra una pared, contrastados por esos instantes de control que todos vivimos de chicos: cuando te dicen qué ponerte, dónde esperar, a qué hora volver o qué examen rendir.

Con el correr del juego, esa calidez nostálgica empieza a desdibujarse. El mundo se convierte en un ruido similar al de una TV sin señal, justo cuando los recuerdos de Julián comienzan a agotarse. Surgen entonces escenas con una lógica más onírica: pateás pelotas en un espacio amplio, mientras los edificios brotan a tu alrededor y el entorno cambia de esos colores melancólicos a verdes y amarillos inquietantes. Y hay más de estas transiciones. Despelote juega con las reglas del medio.

En cierto momento, los recuerdos se cruzan entre la niñez y la adolescencia. Aparecen dolores físicos y emocionales como una lesión en la rodilla jugando en un pequeño club de barrio, fiestas a las que no te invitan y tu madre va a buscarte, o amigos que simplemente desaparecen de tu vida. Por momentos, también el parque lindo y tranquilo que de chico recordabamos, y nuestro barrio pacífico, se tornó en un sitio de mala muerte, que hasta nuestra madre desconfía. Esos detalles que están tan marcados en la infancia en latinoamérica, y quizás, en muchos otros lugares más.

Despelote se convierte en un retrato de la cultura de un país que se alegró por un mundial, pero que tuvo que convivir con otras realidades fuera de eso. No es un título que divierta por su jugabilidad, sino que busca jugar con ese bichito nostálgico y la experiencia tan realista que muchos hemos vivido de pequeños (y adolescentes).