Diablo IV ha dado un giro interesante con su cuarta temporada, que trajo cambios que realmente mejoraron la experiencia del juego. Desde la mejora en las Mareas Infernales hasta la nueva manera de manejar las gemas, todo apunta a un progreso que los jugadores han recibido con entusiasmo. Pero lo que más destacó fueron las nuevas adiciones que cambiaron por completo cómo se juega. Ahora es posible mejorar tu equipo de maneras más significativas y personalizar tus habilidades como nunca antes.

En particular, esta nueva temporada llega con menor longitud que las anteriores (dado que en breve sale Vessel of Hatred), pero no por eso se queda atrás. Se han equilibrado bastantes cosas que en la temporada anterior estaban presentes, principalmente a lo que los personajes se refiere, y lograron que algunos recuperen sus momentos de gloria. De hecho, el equilibrio entre las clases de personajes está en su mejor momento.

El evento estrella son las “Hordas infernales”, donde vamos a tener que enfrentarnos en eventos públicos aleatorios (solos, si tuvimos mala suerte, o con gente de todo el servidor) a oleadas de enemigos cada vez más fuertes, eligiendo luego de cada una de ellas entre  un premio y un castigo, a sufrir en la siguiente oleada. Un estilo muy roguelite si nos ponemos a pensar con la mente muy abierta. Al final de las oleadas, llega el esperado jefe (o los jefes), como es de esperarse, como siempre sucedió en los eventos públicos mundiales.

Diablo IV está en un excelente momento, listo para su primer expansión, que esperamos mantenga la vara tan alta como viene sucediendo actualmente.